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Cualquier parecido con la realidad, es mera coincidencia

Este domingo, el evangelio nos presenta el origen de aquél evento escalofriante que celebramos el 28 de diciembre, la muerte de los inocentes. Todo sucede a causa de Herodes, un rey con 'poder' y porque teme perderlo, querrá defenderlo a toda costa. Herodes es el típico político camaleón que se confronta con los magos que vienen desde el oriente para encontrar al rey de los judíos.


La pregunta fundamental en este día es:

¿qué máscara nos ponemos cuando nos sentimos vulnerables?

¿Hasta dónde somos capaces de llegar, guiados por nuestras heridas que nos traicionan y nos dominan? 

Por una parte están los magos, en griego μάγος, aunque no es el mismo concepto que hoy nosotros damos a los magos como prestidigitadores, sino que en el ambiente medio oriental es el nombre que se le da a los sabios y jefes, incluso militares, en oriente por su inteligencia, su sabiduría, sus estrategias.


Estos hombres principales piden información a penas la estrella desapareció y cuando ven de nuevo la estrella que los precede, la siguen hasta que se detiene en el lugar donde estaba el niño. Al ver la estrella se llenaron de una grande e inmensa alegría, el texto en griego utiliza dos palabras para expresar esta grandísima alegría, tal vez hubiera sido necesario una sola: χαρὰν μεγάλην σφόδρα jarán megálen sfódra, o sea, una alegría grandemente grandísima, es un estilo como el nuestro mexicano y especialmente al estilo de Guadalajara que amamos decir: "bien mucho", por no decir 'rete hartamente felices', es en realidad un modo confirmativo para decir que esa alegría era de veras grandísima cuando vieron la estrella, cuando contemplaron al niño y a la madre y pudieron descubrir en ellos la intuición que a través de la estrella habían recibido. 

Le ofrecen sus dones traídos desde el oriente, el oro, el incienso, la mirra, metales y especias consideradas valiosas e indispensables para un rey. Pero el drama de la escena es sobre todo que el rey Herodes, siendo judío no reconoce al rey de los judíos mientras que estos sabios y jefes orientales no son judíos y fueron capaces de reconocer en el niño y su madre al rey al que le deben sus mejores dones. Habiéndose postrado y adorado al niño y habiendo sido avisados que no regresaran de Herodes, regresaron a sus países de origen.


Hay santos que hoy impactan por su increíble similitud con el Señor, como Francisco de Asis, como padre Pio y como aquellos que incluso han recibido los estigmas de Jesús y que son como esos principales del oriente que no temen seguir la estrella que los guía, con tal de ser como Jesús o al menos parecérsele un poquito. Se postran, lo adoran y le ofrecen todo lo que son y tienen.


¿qué tengo yo que puedo ofrecerle hoy? Él no me pide nada ¿qué podría necesitar de mí si es Dios? Solo quiere una cosa que yo puede rebosar de felicidad al abrazar al niño y contemplar a su madre.

Pero el texto al inicio nos habla de Herodes, sobre el que quisiera detenerme un poco pues el texto nos da claves importantes para comprender mejor el evento y para dejarnos cuestionar por el. El texto presenta cuál fue el origen de la furia de Herodes por la cuál mandó matar a los niños de Belén. Se trata del verbo griego tarásso, ταράσσω, que significa inquietarse, tener un conflicto tal dentro de sí mismo, al punto de estar en riesgo de perder el control y esta palabra puede resultarnos una de las piezas clave para leer el evangelio.


Nos ayuda sobre todo a cuestionarnos ¿qué cosa me hace entrar en conflicto dentro de mí mismo? ¿qué situaciones me inquietan, tarásso ταράσσω, al punto de casi perder el control o incluso me han llevado a perderlo? No tengamos miedo de reconocer nuestros puntos ciegos porque cuanto más conscientes seamos de ellos más seremos capaces de dominarlos y no de dejarnos dominar por ellos.


A Herodes le bastó una sola pregunta de tres extraños, para desatar su desasosiego en intrigas, mueve a toda Jerusalén a inquietarse también, reúne a los sabios del reino los hacer leer e interpretar las sagradas escrituras e incluso cree en lo que dicen, pero lo que le interesa es conseguir sus propios fines y sus mezquinos intereses: restringir el campo de búsqueda y encontrar al 'nuevo rey' para destruirlo, pues todo aquel que pretenda ocupar su puesto será aniquilado sin miramientos, aunque por ello tengan que morir incluso inocentes. De hecho sabemos que la gota que derramó el vaso de agua de la furia de Herodes fue que "se sintió burlado" por los magos que no regresaron a avisarle donde encontraron al niño, se sintió 'tan vulnerable' frente al 'nuevo rey' que Herodes desatará su furia contra los inocentes de Belén.


Nuestras heridas pasadas, las que otros o nosotros mismos nos provocamos se convierten en armas de doble filo, nuestras inseguridades, nuestros temores o terrores, nuestros sentimientos a veces nos condenan... todo depende, depende cuanto los lloremos porque nos dominan y nos ganan batallas, pero depende de cuanto dejemos a Cristo vencer la guerra, con nuestra clara conciencia de pobreza, de impotencia, de humilde petición de auxilio a él y a quien puede echarnos una mano cuando de veras queremos salir del lodo en el que nos encontremos atrapados como Herodes.


De hecho, Juan el Bautista ya adulto, años después, trató de sacar a Herodes de aquél lodo pero él no quiso ¿qué haremos nosotros ante las señales del cielo que continuamente se nos manifiestan? ¿nos cegaran las heridas o incluso nuestros pecados o nos dejaremos guiar por las estrellas y signos enviados del cielo, los profetas, los magos de oriente, los Bautistas que se nos presentan enviados por Dios para hacernos entrar en la gloria dichosa de los Hijos de Dios, de los magos que se postran, adoran, se ofrecen y se van plenos de felicidad?

Herodes es una persona vulnerable y está en una situación vulnerable tanto, que su política interna y externa, su forma de gobernar, sirven únicamente para defender su posición. Su política interna es autoritaria, pero sin autoridad, es de terror, es de sumisión y obediencia ciega. Su política externa no es sino un hipócrita discurso diplomático con fines puramente egoístas, mantenerse en el trono que Roma le ha dado, y que nada tienen que ver con el bien común.


En su gobierno, como en los nuestros hoy, está dispuesto a utilizar cualquier artimaña que le sirva para poder mantenerse en el poder aunque pierda el control. Psicológicamente podría ser delineado incluso como un psicópata. Pero es obvio que cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia, eso sucedió en un lugar de mera ficción que nada tiene que ver con la realidad de nuestro mundo... 

Por un parte tenemos al rey Herodes y por otros a los principales de oriente, ambos frente a una noticia sorpresiva, el nuevo rey, Jesús, está entre ellos y las reacciones y política son completamente distintas. Uno quiere hacer desaparecer cualquier rastro de uno que lo quiera suplantar, mientras que los otros se postran, lo adoran y le ofrecen sus dones.


Hoy todos hacemos política pero no todos hacemos de la política un instrumento de bien común, de defensa de los débiles. Hoy la debilidad se convierte en instrumento político para nacionalismos, populismos, ideologías y lleva a las más crueles manipulaciones de conciencia y de vida. Todos somos políticos pero está en nuestras manos decidir que clase de política queremos realizar en nuestras diarias relaciones y en nuestra vida ordinaria. Pero esto no depende de nuestra mera buena voluntad que es débil y con los cambios de estación variable... esto depende de que tan padrones seamos de nosotros mismos, de nuestros objetivos y metas, y sobre todo de ser capaces de tener media hora al día para nosotros mismos y repensar hacia donde estoy dirigiendo mi vida y si somos creyentes, confrontarlo con el Señor porque la meta es clara ser yo mismo inspirándome en él mi verdadera imagen.


El Santo padre Francisco, apenas unos días atrás ha hecho público el mensaje para la celebración de la 52 jornada mundial de la paz, este 1 de enero del 2019. Me gustaría que pudiéramos leerla con calma unida a este marco evangélico, pues el papa nos recomienda una cosa fundamental para la política hoy en día, se trata del título mismo del mensaje: "La buena política está al servicio de la paz". El mensaje habla por sí solo, por lo cuál no quiero explicarlo sino simplemente que lo saboreemos y nos dejemos cuestionar porque al final de cuentas como nos recordó el papa en el angelus del 1 enero 2019:


"No pensemos que la política está reservada sólo a los gobernantes:

todos somos responsables de la vida de la ciudad, del bien común;

y la política también es buena en la medida en que cada uno hace su parte al servicio de la paz.

Que la Santa Madre de Dios nos ayude en este compromiso diario"

Mensaje del Papa Francisco por el 52 jornada mundial de la paz.


"La buena política está al servicio de la paz"


1. “Paz a esta casa”


Jesús, al enviar a sus discípulos en misión, les dijo: «Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros» (Lc 10,5-6). Dar la paz está en el centro de la misión de los discípulos de Cristo. Y este ofrecimiento está dirigido a todos los hombres y mujeres que esperan la paz en medio de las tragedias y la violencia de la historia humana [Lc 2,14]. La “casa” mencionada por Jesús es cada familia, cada comunidad, cada país, cada continente, con sus características propias y con su historia; es sobre todo cada persona, sin distinción ni discriminación. También es nuestra “casa común”: el planeta en el que Dios nos ha colocado para vivir y al que estamos llamados a cuidar con interés. Por tanto, este es también mi deseo al comienzo del nuevo año: “Paz a esta casa”.


2. El desafío de una buena política


La paz es como la esperanza de la que habla el poeta Charles Péguy; es como una flor frágil que trata de florecer entre las piedras de la violencia. Sabemos bien que la búsqueda de poder a cualquier precio lleva al abuso y a la injusticia. La política es un vehículo fundamental para edificar la ciudadanía y la actividad del hombre, pero cuando aquellos que se dedican a ella no la viven como un servicio a la comunidad humana, puede convertirse en un instrumento de opresión, marginación e incluso de destrucción.

Dice Jesús: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos» (Mc 9,35). Como subrayaba el Papa san Pablo VI: «Tomar en serio la política en sus diversos niveles ―local, regional, nacional y mundial― es afirmar el deber de cada persona, de toda persona, de conocer cuál es el contenido y el valor de la opción que se le presenta y según la cual se busca realizar colectivamente el bien de la ciudad, de la nación, de la humanidad».

En efecto, la función y la responsabilidad política constituyen un desafío permanente para todos los que reciben el mandato de servir a su país, de proteger a cuantos viven en él y de trabajar a fin de crear las condiciones para un futuro digno y justo. La política, si se lleva a cabo en el respeto fundamental de la vida, la libertad y la dignidad de las personas, puede convertirse verdaderamente en una forma eminente de la caridad.


3. Caridad y virtudes humanas para una política al servicio de los derechos humanos y de la paz


El Papa Benedicto XVI recordaba que «todo cristiano está llamado a esta caridad, según su vocación y sus posibilidades de incidir en la pólis. […] El compromiso por el bien común, cuando está inspirado por la caridad, tiene una valencia superior al compromiso meramente secular y político. […] La acción del hombre sobre la tierra, cuando está inspirada y sustentada por la caridad, contribuye a la edificación de esa ciudad de Dios universal hacia la cual avanza la historia de la familia humana». Es un programa con el que pueden estar de acuerdo todos los políticos, de cualquier procedencia cultural o religiosa que deseen trabajar juntos por el bien de la familia humana, practicando aquellas virtudes humanas que son la base de una buena acción política: la justicia, la equidad, el respeto mutuo, la sinceridad, la honestidad, la fidelidad.


A este respecto, merece la pena recordar las “bienaventuranzas del político”, propuestas por el cardenal vietnamita François-Xavier Nguyễn Vãn Thuận, fallecido en el año 2002, y que fue un fiel testigo del Evangelio:


Bienaventurado el político que tiene una alta consideración y una profunda conciencia de su papel.

Bienaventurado el político cuya persona refleja credibilidad.

Bienaventurado el político que trabaja por el bien común y no por su propio interés.

Bienaventurado el político que permanece fielmente coherente.

Bienaventurado el político que realiza la unidad.

Bienaventurado el político que está comprometido en llevar a cabo un cambio radical.

Bienaventurado el político que sabe escuchar.

Bienaventurado el político que no tiene miedo.


Cada renovación de las funciones electivas, cada cita electoral, cada etapa de la vida pública es una oportunidad para volver a la fuente y a los puntos de referencia que inspiran la justicia y el derecho. Estamos convencidos de que la buena política está al servicio de la paz; respeta y promueve los derechos humanos fundamentales, que son igualmente deberes recíprocos, de modo que se cree entre las generaciones presentes y futuras un vínculo de confianza y gratitud.


4. Los vicios de la política


En la política, desgraciadamente, junto a las virtudes no faltan los vicios, debidos tanto a la ineptitud personal como a distorsiones en el ambiente y en las instituciones. Es evidente para todos que los vicios de la vida política restan credibilidad a los sistemas en los que ella se ejercita, así como a la autoridad, a las decisiones y a las acciones de las personas que se dedican a ella. Estos vicios, que socavan el ideal de una democracia auténtica, son la vergüenza de la vida pública y ponen en peligro la paz social: la corrupción —en sus múltiples formas de apropiación indebida de bienes públicos o de aprovechamiento de las personas—, la negación del derecho, el incumplimiento de las normas comunitarias, el enriquecimiento ilegal, la justificación del poder mediante la fuerza o con el pretexto arbitrario de la “razón de Estado”, la tendencia a perpetuarse en el poder, la xenofobia y el racismo, el rechazo al cuidado de la Tierra, la explotación ilimitada de los recursos naturales por un beneficio inmediato, el desprecio de los que se han visto obligados a ir al exilio.


5. La buena política promueve la participación de los jóvenes y la confianza en el otro


Cuando el ejercicio del poder político apunta únicamente a proteger los intereses de ciertos individuos privilegiados, el futuro está en peligro y los jóvenes pueden sentirse tentados por la desconfianza, porque se ven condenados a quedar al margen de la sociedad, sin la posibilidad de participar en un proyecto para el futuro. En cambio, cuando la política se traduce, concretamente, en un estímulo de los jóvenes talentos y de las vocaciones que quieren realizarse, la paz se propaga en las conciencias y sobre los rostros. Se llega a una confianza dinámica, que significa “yo confío en ti y creo contigo” en la posibilidad de trabajar juntos por el bien común. La política favorece la paz si se realiza, por lo tanto, reconociendo los carismas y las capacidades de cada persona. «¿Hay acaso algo más bello que una mano tendida? Esta ha sido querida por Dios para dar y recibir. Dios no la ha querido para que mate (cf. Gn 4,1ss) o haga sufrir, sino para que cuide y ayude a vivir. Junto con el corazón y la mente, también la mano puede hacerse un instrumento de diálogo».


Cada uno puede aportar su propia piedra para la construcción de la casa común. La auténtica vida política, fundada en el derecho y en un diálogo leal entre los protagonistas, se renueva con la convicción de que cada mujer, cada hombre y cada generación encierran en sí mismos una promesa que puede liberar nuevas energías relacionales, intelectuales, culturales y espirituales. Una confianza de ese tipo nunca es fácil de realizar porque las relaciones humanas son complejas. En particular, vivimos en estos tiempos en un clima de desconfianza que echa sus raíces en el miedo al otro o al extraño, en la ansiedad de perder beneficios personales y, lamentablemente, se manifiesta también a nivel político, a través de actitudes de clausura o nacionalismos que ponen en cuestión la fraternidad que tanto necesita nuestro mundo globalizado. Hoy más que nunca, nuestras sociedades necesitan “artesanos de la paz” que puedan ser auténticos mensajeros y testigos de Dios Padre que quiere el bien y la felicidad de la familia humana.


6. No a la guerra ni a la estrategia del miedo


Cien años después del fin de la Primera Guerra Mundial, y con el recuerdo de los jóvenes caídos durante aquellos combates y las poblaciones civiles devastadas, conocemos mejor que nunca la terrible enseñanza de las guerras fratricidas, es decir que la paz jamás puede reducirse al simple equilibrio de la fuerza y el miedo. Mantener al otro bajo amenaza significa reducirlo al estado de objeto y negarle la dignidad. Es la razón por la que reafirmamos que el incremento de la intimidación, así como la proliferación incontrolada de las armas son contrarios a la moral y a la búsqueda de una verdadera concordia. El terror ejercido sobre las personas más vulnerables contribuye al exilio de poblaciones enteras en busca de una tierra de paz.

No son aceptables los discursos políticos que tienden a culpabilizar a los migrantes de todos los males y a privar a los pobres de la esperanza. En cambio, cabe subrayar que la paz se basa en el respeto de cada persona, independientemente de su historia, en el respeto del derecho y del bien común, de la creación que nos ha sido confiada y de la riqueza moral transmitida por las generaciones pasadas.

Asimismo, nuestro pensamiento se dirige de modo particular a los niños que viven en las zonas de conflicto, y a todos los que se esfuerzan para que sus vidas y sus derechos sean protegidos. En el mundo, uno de cada seis niños sufre a causa de la violencia de la guerra y de sus consecuencias, e incluso es reclutado para convertirse en soldado o rehén de grupos armados. El testimonio de cuantos se comprometen en la defensa de la dignidad y el respeto de los niños es sumamente precioso para el futuro de la humanidad.


7. Un gran proyecto de paz


Celebramos en estos días los setenta años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que fue adoptada después del segundo conflicto mundial. Recordamos a este respecto la observación del Papa san Juan XXIII: «Cuando en un hombre surge la conciencia de los propios derechos, es necesario que aflore también la de las propias obligaciones; de forma que aquel que posee determinados derechos tiene asimismo, como expresión de su dignidad, la obligación de exigirlos, mientras los demás tienen el deber de reconocerlos y respetarlos».

La paz, en efecto, es fruto de un gran proyecto político que se funda en la responsabilidad recíproca y la interdependencia de los seres humanos, pero es también un desafío que exige ser acogido día tras día. La paz es una conversión del corazón y del alma, y es fácil reconocer tres dimensiones inseparables de esta paz interior y comunitaria:

— la paz con nosotros mismos, rechazando la intransigencia, la ira, la impaciencia y ―como aconsejaba san Francisco de Sales― teniendo “un poco de dulzura consigo mismo”, para ofrecer “un poco de dulzura a los demás”;

— la paz con el otro: el familiar, el amigo, el extranjero, el pobre, el que sufre...; atreviéndose al encuentro y escuchando el mensaje que lleva consigo;

— la paz con la creación, redescubriendo la grandeza del don de Dios y la parte de responsabilidad que corresponde a cada uno de nosotros, como habitantes del mundo, ciudadanos y artífices del futuro.

La política de la paz ―que conoce bien y se hace cargo de las fragilidades humanas― puede recurrir siempre al espíritu del Magníficat que María, Madre de Cristo salvador y Reina de la paz, canta en nombre de todos los hombres: «Su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes; […] acordándose de la misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre» (Lc 1,50-55).



Vaticano, 8 de diciembre de 2018

Francisco


¡Jesús que como los magos de oriente pueda dejarme guiar por la intuición que me da la oración, seguir la estrella que brilla en la oscuridad sin desfallecer hasta que pueda encontrar el lugar... donde estás!


¡Jesús que no me engañen más mis heridas, inquietudes y obsesiones... que no dominen ya más mis pensamientos, mis deseos, mis afectos al punto de volverme ciego y hacer lo que no quiero hacer!


¡Jesús hazme un instrumento de política a tu estilo, que mi vida política o sea de relación con la polis, con las gentes con las que me encuentro cada día en mi diario vivir sea dejarte vivir en mi y dejarte ser en mi!


¡Que nuestro compromiso como Iglesia sea convertirnos en instrumentos de paz como Francisco de Asis, como padre Pio, como papa Francisco...! 

Nos ha nacido un niño ¡un salvador! ¡la paz!

¿Cantamos?

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