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Nos cantaron las verdades... 

Estamos iniciando la tercera semana de adviento. Nos sigue acompañando el evangelista Lucas en este camino de preparación hacia la navidad. El adviento como hemos ido diciendo es un tiempo eclesial que nos ayuda a tomar conciencia de que Dios no nos abandona, que quiere estar entre nosotros para ayudarnos a hacer nuestras vidas más dignas pero también nos ayuda a prepararnos como Iglesia, a ese encuentro definitivo llamado segunda venida de Cristo.

Esta semana la figura central es Juan el Bautista que no exhorta al pueblo para que se prepare a recibir la salvación, pero esta exhortación va acompañada de incluso de increpaciones, porque la salvación es personal, es recibir a Jesús, como Cristo y mesías en mi vida.

Juan Bautista es uno de esos tipos rudos que como decimos, "no tienen pelos en la lengua", es decir habla fluidamente y sin impedimentos, como una lengua sin pelos que estorbarían para hablar, o sea con total libertad. Esa libertad le viene de una profunda convicción: hay algo muy fuerte y muy importante que tiene que decir, tan importante que hasta podría cantarlo, pues está por encima de él mismo y no duda hasta incluso de poner en juego su vida. De hecho, no le importará quedarse solo, ser mal interpretado o ser llevado a la cárcel, y poner su cabeza en juego porque es más importante el mensaje que tiene que comunicar.


Para Juan el Bautista, el último profeta del AT, ha llegado la hora de anunciar la definitiva salvación del Señor, esa salvación es una persona, es Jesucristo, aquél que lo hizo saltar de alegría en el seno de su madre Isabel cuando vino a visitarlo en el seno de su madre María.


Juan Bautista en aquel momento quedó configurado como profeta, ese mensaje lo lleva desde que estaba en el seno materno como un fuego que no puede contener: "sentía dentro de mí un fuego que por más que trataba de apagarlo no podía" (Jer 20,9). 

El Bautista preparó previamente su misión como profeta durante años, cuando estuvo en el silencio del desierto estepario del valle del Jordán en oración fuera del bullicio de Jerusalén, en austeridad, en la humildad, lejos de las discusiones político religiosas del tiempo, sin pretensión de ningún tipo, no pretende ser fariseo, ni publicano o jefe de publicanos. Pudiera haber pretendido alguno de estos puestos religiosos o políticos importantes en la época pero desafío su tiempo dejando que la providencia divina le indicara el camino del desierto, de la soledad en la estepa, porque ser profeta era su destino.


Es por eso que Juan Bautista tendrá la capacidad de distinguir el bien del mal, la mediocridad de la elegancia espiritual, y tendrá la capacidad no sólo de hablar sin pelos en la lengua, sino hasta de cantarles las verdades sin pelos en la lengua a quienes ve enmarañados o enredados entre los puestos de privilegios, la ambigüedad y corrupción que permite aprovecharse de los demás a partir del puesto que se tiene. De hecho, el evangelio de este domingo nos narra de tres grupos de personas que fueron a consultar a Juan, pues lo consideraban profeta, o tal vez el Mesías. A él se dirige la muchedumbre (Lc 3,10), un grupo de publicanos y un grupo de soldados.


Juan interpelaba al pueblo, a la muchedumbre que había venido a la orilla del Jordán en el desierto, los exhortaba según el v. 18 del cap. 3, por no decir increpaba, llamándolos "raza de víboras" (Lc 3,7) o sea, gente que en la sangre trae ya el veneno, porque vivían de sus rentas, o sea: "creen que por ser raza de Abraham van a evitar la Ira Inminente... den frutos dignos de conversión" les decía, por eso la muchedumbre le preguntaba "¿qué debemos hacer? " (Lc 3,10). Y a estas muchedumbres les habla claro, nada de florecitas, es un discurso comprometido y solidario por una parte, pero que va, precisamente como antídoto, al veneno que traen en la sangre: el acumular. De hecho este mensaje no está lejos de nosotros, Juan les dice: "Quien tiene dos túnicas, que de una a quien no tiene. Quien tiene que comer, que haga lo mismo" (Lc 3,11).


El veneno que traemos en la sangre es el de esta sociedad del s. XXI en la que vivimos llamada "consumista". Por todos lados nos bombardean de publicidad y muchas empresas y las personas que están al frente, nos utilizan como instrumentos de compra venta para enriquecerse aprovechándose de nuestros deseos más profundos. Tener, tener, tener... porque no tener dos o cuatro mientras puedo. Y que difícil es deshacernos de lo que poseemos, aunque este viejo, porque nuestro trabajo nos costó. Y podemos regalar lo viejo 'con un gran espíritu de generosidad', porque nos hace sentir grandes, pero pues solo compartimos lo viejo o al máximo lo que me sobra. Y bueno ya es algo, porque de dos túnicas dar una, nos pondríamos a revisarla hasta en las costuras para dar la peorsita, jeje. Pero bueno, es parte del veneno de esta sociedad que se infectó por la voz del demonio que nos exhorta también con sus sutilezas.


Según el evangelio d Lucas, Juan exhortaba al pueblo (en griego parakalón παρακαλῶν) Lc 3,18. Este verbo tiene varias acepciones, puede traducirse según el contexto como rogar, invitar, exhortar, consolar. Es una palabra con una insistente cercanía que trata de influir en la voluntad de la persona sin obligarla, por ello el griego tradujo este verbo exhorto del latín, en español exhortar, incitar a alguien con palabras a que haga o deje de hacer algo. Pero Juan exhortaba incluso increpando, porque no podía permitir que el pueblo viviera engañándose a sí mismo, y manteniendo clases sociales tan dispares. La túnica y el alimento son bienes esenciales para vivir, no puede existir en Israel clases sociales en el mínimo requerido para cubrirse y para sobrevivir. En el mínimo todos deben poseer al menos el mínimo ¿qué hacer de nuestras dos, tres, cinco túnicas y tres alimentos por día que tenemos, además de los antojitos mexicanos que nos vuelven locos de remate? ¿Hay algo que yo pueda hacer ya para compartir mis bienes con los desprotegidos, en solidaridad? ¿En qué modo puedo colaborar desde lo que tengo y poseo para que el mundo en el que me muevo se convierta en más justo y solidario al estilo del Reino de Dios anunciado por el Bautista?


Pero el discurso se vuelve aún más tenaz, la exhortación más concreta, porque también lo visita un grupo de publicanos. Los publicanos eran los que, como Zaqueo, cobraban impuestos para Roma, el grande imperio que había invadido militarmente el territorio. Eran judíos que eran obviamente bien vistos por los romanos, porque les proporcionaban los impuestos del pueblo; ellos debían dar la cuota prefijada a los romanos pero no había un control, como un SAT en México (Servicio de Administración Tributaria), por ello, los cobradores de impuestos a veces no sólo pretendían ganarse el favor de los romanos sino que se aprovechaban de su puesto para incurrir en injusticias, se quedaban con un tanto por ciento de lo recaudado, a modo de salario, devolviendo lo estipulado al gobierno romano.


Por ello, tenían la posibilidad de ejercer la extorsión a los judíos, con tal que devolvieran el impuesto “legal” a Roma. Y, lógicamente, quedaba bajo el criterio humano, -siempre corrupto, dadas las circunstancias-, la cantidad de dinero que podían sustraer. Y por eso, eran considerados pecadores. De hecho, Zaqueo gozaba de un puesto favorable todavía más privilegiado puesto que era jefe de los publicanos y exactamente como dice Lc 19, muy rico, obvio, no solo cobraba impuestos de más sino que cobraba impuestos a los mismos publicanos que a su vez debían pagar algo así como 'derecho de piso'... en fin, era una sociedad en nada parecida a nuestra sociedad actual. El pueblo judío los consideraba traidores y por eso pecadores públicos.


Juan no quiso congeniar con el poder político público de su época, pues no pretendía ser publicano para enriquecerse a base de cobrar impuestos y llevarse su tajada, no, decidió ser profeta y establecer los límites a quienes sin conciencia van a por más. Este grupo que se acerca a la orilla del Jordán le preguntan: "Nosotros ¿qué debemos hacer?" y Juan les respondió: "No exijan nada más que aquello que ha sido fijado" ¿quieren que lo traduzcamos en mexicano? "No chinguen", usted perdonará la malsonante palabra, que por cierto ya desde hace tiempo está en el real diccionario de la lengua española y no como modismo sino como un vocablo que, se refería especialmente a un grupo de gitanos españoles que provenían de la India y eran famosos por ser ladrones y rapaces hábiles para el latrocinio (acción propia de un ladrón o de quien defrauda a alguien gravemente).


Chingar se ha convertido en uno de los vocablos característicos del pueblo mexicana, aunque es usado en toda latinoamericana y EUA, aunque con diferentes significados. Para el pueblo mexicano, el vocablo dependiendo del contexto puede usarse positivamente ("eran bien chingones" o sea, lo máximo) o "me chingaron" (atropellaron y vejaron los derechos propios incluso con atropellos).


Juan Bautista si fuese mexicano, nos invitaría en este sentido a todos los mexicanos a dejar de estar... unos a otros. Ojalá este verbo desapareciera de nuestro lenguaje y con él toda esa realidad que hasta hoy nos sigue lamentablemente, persiguiendo. Este es el mayor mal que, a mi modo de ver, tenemos en México desde hace 500 años. Chingar nació y se recreó con la unión de varios vocablos -el caló de los gitanos españoles, vocablos africanos que llegaron con los esclavos que los mismos españoles trajeron y con el que se referían a los abusos incluso físicos que se les proferían etc.-. Con la llegada de algunos españoles, obviamente no todos, que no dieron tregua a su ambición, creando las regalías y utilizando a los indios como instrumentos para su mayor provecho y riqueza. Aunque las mismas fueron pocos años después legalmente anuladas, la forma de vida se mantuvo sin darse tregua.


, que eran los que se ganaban el aprecio del pueblo a través de sus enseñanzas; no pretende ser sacerdote ni sin miedos y en absoluta libertad no sólo predica que el camino del Señor se debe preparar, sino que detecta donde nadie quiere ver lo que deberas hay que cambiar para preparar la propia vida a recibir la salvación.


A él el gallo no tiene tiempo de cantarle, más bien le cantaría hasta al gallo. El evangelio de este domingo es Lc 3,10-18, pero un poco antes, nos cuenta que Juan andaba recorriendo toda la región del rio Jordán, el cuál inicia en una región al norte de Israel, la alta Galilea, llamada Bañas, llega al mar de tiberiades y luego sigue por toda la fosa del Jordán hasta que desemboca en el mar muerto. Recorría toda la región del Jordán predicando un bautismo de conversión. Este bautismo de conversión era para perdonar los pecados pues esta es la verdadera preparación para poder ver la salvación de Dios, como nos decía el evangelista Lucas en el evangelio del domingo pasado.


Pero no se crean que Juan el Bautista era del todo diplomático... ¡en absoluto!el El versículo 7 de Lc 3, nos dice que a las multitudes de gente que venían al Jordán para recibir el perdón de los pecados, los i por medio del bautismo de conversión zara p les canta sus verdades a la misma multitud

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